¿Por qué se van los jóvenes de Senegal a Canarias?: El cinefórum en Kayar que busca respuestas

 

¿Por qué se van los jóvenes de Senegal a Canarias?: El cinefórum en Kayar que busca respuestas

Esta semana se proyectó en la plaza de la ciudad senegalesa de Kayar el documental ‘Los cayucos de Kayar’, una ocasión para la reflexión y para escuchar las voces que hablan desde la orilla africana de migraciones y de las esperanzas y sueños que el mar quita y da.

Las calles de Kayar están a rebosar a las dos del mediodía. Es hora punta. Los caballos se pasean, sus cuellos decorados con collares de conchas, impulsando carros para llevar a la gente de un lado a otro bajo el designio de sus dueños, entre las cabras que pasean colándose por los huecos que dejan los taxis y los enormes camiones llenos de color que se saludan con pitidos. Mientras, la plaza central de esta pequeña ciudad senegalesa de 35.000 habitantes, se prepara para la tarde: pantalla grande al fondo y sillas rojas apiladas para recibir a quienes quieran acercarse a ver la proyección de Los cayucos de Kayar impulsada por Casa África y por la Embajada de España en Senegal.

El protagonista de este documental candidato a los Premios Goya 2025 se abre paso entre la gente mientras algunos chicos preparan las redes de pesca y los cayucos esperan pacientes sobre la playa. Es Thimbo Samb, el actor y activista que en 2006 emprendió una peligrosa travesía hasta las Islas Canarias desde la misma arena por la que hoy se pasea con la tranquilidad de saber que, después de tantos años de trabajo duro, ya se ha hecho un nombre, ya puede, entre otras cosas, ir y venir de España en avión. 

La casa de su familia con la fachada alicatada así lo demuestra: aquí los azulejos en las paredes que dan a la calle son un signo de prosperidad, de tener un familiar en otro país que manda dinero y mantiene a los suyos, con la presión constante que eso conlleva para el que está fuera. Los azulejos, con sus inocentes y coloridos patrones, también son un impulsor más de ese imaginario tan arraigado que hay en Senegal –y en muchas otras partes de África- sobre Europa: el jardín de la abundancia, donde todo es mejor, donde todo se puede. El lugar que hay que alcanzar a toda costa. Aunque cueste la vida o aunque luego allí la vida cueste horrores.

Sin miedo a morir

“No tenemos miedo a morir”, se escucha decir a un grupo de chicos en la playa de Kayar. Lo hacen a través de la pantalla, en el documental de Thimbo, una frase que podrían haber dicho esa tarde si no fuera porque sus vidas se perdieron en el mar. El actor senegalés lo revela en el debate que tiene lugar tras la proyección: ese mismo día se ha enterado de que, muchos de esos chicos, jóvenes, casi niños, a los que delante de la cámara preguntó quiénes querían ir a Europa y levantaron la mano, han desaparecido en su intento de llegar a Canarias.

El cuerpo se queda frío mientras el cine se convierte en la excusa perfecta para el debate. Con la noche abrazando las calles de la pequeña ciudad, la gente se acerca a la plaza. Primero tímida, llenando a penas las dos primeras filas de sillas; luego se amontonan, muchos se quedan de pie en la oscuridad con los ojos atentos posados en la pantalla y los oídos bien abiertos cuando Samb coge el micrófono al terminar el documental y comienza a hablar.

Agente de cambio

Al actor le gustaría cambiar muchas cosas en su comunidad y en su país, construir un centro sociocultural en el que se haga teatro o en el que se pueda formar a los pescadores, que suponen alrededor del 80% de la población de Kayar. 

En el cinefórum también interviene el alcalde de la ciudad, Aliou Ndoye, que sentado en primera fila reflexione sobre cómo España necesita “a esos trabajadores que vienen de África”: “Si el Gobierno español los necesita, que vengan aquí, con la ayuda del ayuntamiento pueden ir a trabajar unos meses y volver, algo que también se puede hacer en el sector de la agricultura”. 

En las declaraciones de Ndoye se intuye lo que se conoce como la migración circular. Un término que poco a poco va calando en el discurso cuando se habla del movimiento de personas y que puede ser una ventana a la que asomarse para intuir un paisaje diferente, uno en el que las vías legales y seguras empiecen a existir y donde conseguir una visa siendo senegalés no sea un imposible. Porque ahora mismo, lo es, como le dicen a Thimbo los chicos de la playa en la pantalla.

La tierra prometida

A Europa, a España, a Canarias, las historias que llegan son las de las vidas que se pierden, la tragedia, las fotos en las que las mantas rojas brillan en la oscuridad de la noche cuando arriban los cayucos y las personas tocan tierra por fin. Aquí ocurre lo contrario. A sitios como Kayar llegan historias de prosperidad, una fantasía alimentada por la habitual distorsión de la realidad que hacen las redes sociales. La tragedia no la asumen -incluso la niegan- y las familias se mienten a ellas mismas defendiendo historias improbables que justifiquen un supuesto paradero remoto –Libia, Egipto, etc.- de sus seres queridos. Aquí se aferran con garras a lo que cuentan los que han llegado, se fijan en sus estados de WhatsApp o Facebook, en sus fotos que hacen parecer que la vida en España es un paseo de rosas llena de abundancia. Thimbo sabe que no es así y lo advierte a sus compatriotas: cuando llegó a España, tuvo que vivir en la calle, comer de la basura, ser mantero. En la cinta se lo confiesa en wolof a su madre, una verdad que mantuvo oculta durante años para no hacerla sufrir, para no tener que afrontar la vergüenza. ¿Cuántos habrá cómo él? Y más importante aún, la pregunta que se hace Samb una y otra vez: “¿Cuántas personas habrán tomado esta decisión de venir por mí, porque me han visto bien, y se quedaron en el mar? ¿Cuántas?”

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